El origen de la receta podría encontrarse en la antigua costumbre de los pastores de calentar trozos de quesos duros, no sólo para ablandarlos sino también para tener un plato de comida caliente. Otra versión habla que durante el invierno los pueblos y ciudades se veían incomunicados por las fuertes nevadas, entonces durante el resto del año iban almacenando alimentos. El queso por lo general se secaba y se endurecía, como no estaba fresco para aprovecharlo lo derretían en ollas de cerámica y lo condimentaban con vinos y especias. Se pinchaba en los tenedores pedazos de pan duro y lo mojaban en la olla con el queso derretido.
La más tradicional se elabora con queso aunque también puede prepararse con carne o chocolate.
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